Una luz de esperanza

     Juan Carlos Rivero Jordán

                La única vez que escuchamos algo del barrio Los Lotes es para enterarnos de que unos pandilleros han apedreado micros que circulan por la zona. Lo que no sabemos es que este ‘barrio’ –si se puede llamar así a una comunidad de 180.000 almas– es el vivo reflejo de la nueva Santa Cruz, la que tiene cara de migrante, la que tiene familias desgarradas por la pobreza, la que tiene a niños librados a su suerte, con no mejores perspectivas que la de sucumbir bajo la fuerza reclutadora de las pandillas.
Pero hay quienes tienen el valor de encender la luz de la esperanza allí donde mayormente reina la oscuridad. No es una metáfora: los niños de Los Lotes acaban de beneficiarse con un sistema de iluminación para su cancha polifuncional que fue donado por un benefactor, uno de los varios que tiene la Plataforma Solidaria instalada en la zona.
Lo que aparenta ser un acontecimiento poco apreciado y de rutina en la gran ciudad, aquí en Los Lotes la nueva iluminación significa que decenas de niños y adolescentes pasarán varias horas de sano esparcimiento antes de regresar a sus hogares (o a lo que queda de ellos) a pasar la noche. La perspectiva de mantener mente y cuerpo ocupados en la práctica de los deportes vence por goleada a la terrible tentación de deambular por el barrio en medio de malas influencias.
Si no fuera por personas de gran corazón, estos chicos y chicas no tendrían luces de esperanzas como las mencionadas.

              Por fortuna, la Plataforma Solidaria brilla en medio de Los Lotes gracias a la voluntad inquebrantable de un grupo de personas que hace hasta lo imposible para conducir a esa niñez por los senderos del bien. 

            Además de la cancha polifuncional, el centro cuenta con una guardería donde las madres pueden dejar a sus hijos mientras buscan cómo ganarse la vida. También hay un programa de apoyo escolar, al que los estudiantes pueden acudir para hacer sus tareas. Da gusto ver a esas caritas iluminadas por los monitores de la computadora mientras sus mentes absorben las posibilidades del conocimiento. Incluso reciben alimentación, todo gracias, por supuesto, a donaciones de personas y empresas con mucha sensibilidad social.
Todo lo que viene de afuera son rayos de luz que iluminan la vida de estos chicos. Pero no puedo dejar de mencionar a los que la irradian desde adentro. La plataforma funciona gracias a que un grupo de personas dedican su vida –nuevamente, esta no es una metáfora– para que centenas de niños encuentren un camino que los saque de las penumbras en las que les ha tocado crecer. Son personas admirables. Algunas han dejado sus países y las comodidades para venirse a vivir a Los Lotes. Otras, aunque sea en muletas, comparten sus experiencias futbolísticas de cuando eran ‘cracks’ del fútbol profesional.
Tras jornadas de trabajo que no tienen horario de entrada ni de salida, estos guías se preguntan si lo que hacen vale la pena, si tanto esfuerzo hace mella en la inmensidad de este barrio de migrantes. Y la respuesta la encuentran en las diáfanas sonrisas de esos 500 niños que hacen su paso por la plataforma.

Juan Carlos Rivero Jordán

Publicado en Eldeber.com de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)

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